7 agosto 2016
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El chicle cambió su destino, pasó de una boca a otra, recogiendo el resto de unos besos, los dos se peleaban por tenerlo y las lenguas se cruzaban intentando retener el preciado tesoro. El deseo jugaba y la pasión crecía. Ella se dejó caer en la hierba perdedora y él desde arriba le lanzó el premio que ella captó al vuelo abriendo la boca en el último momento. Las bocas, las manos, los cuerpos se hicieron uno con el árbol, con la hierba, con el viento. Perdieron sus nombres y se llamaron amor, deseo, lujuria, y dos fueron uno, sólo uno, durante..., que más da el tiempo. Cuando la calma inundó de nuevo el lugar y sólo se oyó el canto de un pájaro, ella le arrebató de nuevo juguetona el chicle y él la dejó ganar sólo por verla reír.