3 agosto 2016
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Se quitaron la ropa con toda la naturalidad, ni siquiera miraban sus cuerpos, sólo se perdían en ojos, conseguían con la mezcla el color del mar, azul y verde se encontraban en un punto donde todo era bello, como su cala. Su paraíso personal, su tierra prohibida para el mundo. Rocas, arena, mar, tierra, algas, dos corazones latiendo al compás. Nada podía ser mejor, ni necesitaban nada más, sólo sentir. El sol acariciaba cada centímetro y el agua convertía sus cuerpos dorados en plata. Sus almas más juntas que nunca quedaron prendidas en una rama de un árbol, junto con sus iniciales tatuadas. Nacieron dos adolescentes en la escondida cala donde dejaron sus iniciales grabadas. Sus cuerpos fueron obligados a decirse adiós vestidos con la decencia obligada, sus corazones quedaron cosidos en la cala y en la rama y en ese mar que les vió nacer y decirse adiós.