28 diciembre 2015
1
28
/12
/diciembre
/2015
09:09
Llueve, desde mi cama veo como este pequeño trocito de mundo se moja, no quiero levantarme aún ni salir a pelearme con una calle llena de paraguas. Me relajo con un café, ¡ qué placer ! y mi mente, como siempre juguetona se me escapa a un recoveco muy escondido de la memoria. Considero la vida como un laberinto donde todos estamos un poco perdidos y con constantes encuentros y desencuentros. Si es azar o destino no lo sé, ni quiero entenderlo, tengo un tiempo muy valioso para pasarlo intentando entender el misterio de esta vida, solo la siento y la vivo. Y ahí apareció de nuevo con una cara en una foto y su voz en un teléfono, mi amigo sin nombre, porque no quiero decirlo. Hacía treinta años de aquel primer encuentro en un pueblo con mar pero sin concierto, un chico, una chica, la playa, el feeling, una historia más de ir y venir, una pequeña huella en ese corazón, un recuerdo bonito. Ahora yo adulta y el adulto nos saludamos desde orillas opuestas, nos encontramos de nuevo en el laberinto. Dos vidas con distintos rumbos que vuelven a decirse " hola" con el cariño de aquel primer recuerdo, sin más pretensión que no querer ya permanecer en el olvido y con la única ilusión de compartir un café cara a cara y descongelar esa amistad que en algún punto quedó en el olvido.
LLueve, sigue lloviendo y me apetecía hablar de ti, amigo de nuevo, no importa la distancia, te saqué del cuarto de la memoria y te regalo estas palabras.
Compartir este post
/fdata%2F5171148%2Favatar-blog-1277830054-tmpphp6xnuJs.jpeg){kind=avatar}
/fdata%2F5171148%2F%2Favatar-user-4480435-tmpphpmz7Gff.jpeg){kind=avatar}